La Judería de Tauste
Miguel Ángel Motis Dolader
Es obvio que la importancia que ostentó la villa de Tauste en el transcurso del Medievo no concuerda con la producción bibliográfica existente. Estas carencias acusan, en buena parte, la destrucción sufrida por sus archivos en la contienda civil —parece un luctuoso sino de estos venerables custodios de la memoria colectiva, ser los primeros en padecer la inmolación de las llamas en períodos de alteración social. Pero ello, antes que desanimar, no es sino estímulo y acicate, porque la labor prospectiva debe multiplicarse y diversificarse en la reconstrucción e interpretación de su legado.
Con todo, he querido ampliar las coordenadas geográficas de los fondos consultados —con suerte dispar—, así como su tipología, substanciada en tres líneas maestras: a) Archivos reales: Sección de Cancillería, Patrimonio y Cartas del Archivo de la Corona de Aragón (Barcelona); b) Protocolos notariales (Zaragoza3, Huesca, Ejea de los Caballeros, Sos del Rey Católico, Tarazona, Mallén y Borja); y c) Archivos eclesiásticos: registros de Actos Comunes y procesos civiles del Archivo Diocesano de Zaragoza, así como el Archivo parroquial de la villa, cuyos legajos han sido objeto de una pulcra y eficaz catalogación. Particularmente dolorosa es la pérdida del archivo notarial de la villa, en la que intervenían al menos cuatro fedatarios durante la segunda mitad del siglo XV5. Asimismo, he rastreado en las fuentes hebreas, de modo primordial en los responsa rabínicos.
Fiel al espíritu que imbuye estas jornadas científicas, mi aportación no pretende mas que comenzar a roturar una senda, cuyas páginas actúen de revulsivo para nuevos hallazgos y constituyan un punto de partida que coadyuve a rescatar del silencio una minoría olvidada. Los resultados, en consecuencia, son provisionales y por modo necesario fragmentarios.
3. LA JUDARIA: LOGAR DO VIVEN LOS JODIOS
A tenor de las medidas adoptadas en la segunda década del siglo XV para delimitar su espacio, queda patente que los judíos, a pesar de que tendieran a asentarse en un área concreta intramuros, no estaban confinados sino interrelacionados con la población cristiana. No en vano, las lindes señaladas en la documentación determinan un fenómeno de neta yuxtaposición y mutua vecindad.
En efecto, las menciones indirectas que trascienden pacíficamente desde mediados del siglo XIV se muestran unánimes al enclavar una parte de su hábitat en las inmediaciones del Mercado, espacio enclavado intramuros. Salvo error u omisión, los protocolos notariales no se refieren a este asentamiento como judería hasta la delimitación del Cuatrocientos, lo que pudiera demostrar una gran flexibilidad locacional. De cualquier modo un hecho parece determinante: la calle de San Bartolomé —denominada en ocasiones como la Carrera Mayor de la Judería—, inserta en la denominación genérica de Barrio Nuevo, es la arteria principal que actúa de columna vertebral, donde se insertaba la sinagoga y las viviendas del estrato más poderoso y/o prestigioso de la sociedad (mercaderes y médicos).
El caserío presenta un neto predominio del ladrillo enlucido con cal o azulete.Precisamente en este entorno el Capítulo de Santa María tiene en arriendo un número considerable de casas. Suelen ser viviendas de dos niveles, además de los corrales y de las bodegas, que sirven de lagar o para almacenar agua, aceite y vino, en cubas y toneles. Los artesanos habilitan tiendas y obradores —no aquéllos que producen excesivos ruidos y olores como prescriben las medidas ecológicas de la judería—,alguno de ellos próximos al hospital. En el segundo piso se distribuyen las alcobas y los palacios para los muebles. La cocina, tanto en un nivel como en otro, cuenta con una campana de amplio vuelo y cadiras con tableros abatibles.
Tras la expulsión de los judíos se menciona el Hospital, que confronta con dos carreras públicas —podría situarse en la encrucijada, por tanto, de las calles San Bartolomé y Pedro IV— regentado plausiblemente por la cofradía asistencial de la que me hacía eco páginas atrás. Asimismo, se alude a graneros y hornos de cocer pan. Por último, las carnicerías, situadas en un punto perimetral de la judería, que garantizaban la provisión de los consumidores autóctonos, cuya corambre en ocasiones se vendía a curtidores de Zaragoza.
Motis Dolader, Miguel Ángel. La comunidad judía de la Villa de Tauste durante la Edad Media. Actas de las III Jornadas sobre la Historia de Tauste. Año 2001