Voto a San Miguel

por | Sep 5, 2019 | Festividades, Tradiciones

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El Voto a San Miguel

 Una tradición que perdura ininterrumpidamente desde hace 600 años.

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“Tal y como se juró en 1421, comprometiendo a las generaciones venideras, Tauste ha seguido guardando el voto de San Miguel ininterrumpidamente desde entonces porque ha interpretado correctamente  lo  hecho  por  los  taustanos  de  1421;  un  voto  perpetuo  en  el futuro,  y  ha  respetado  la  promesa  que  sus  antepasados  hicieron  de  forma solemne, reunidos en concejo. Es prodigioso que, en tantos años y con tantos cambios  transcurridos,  Tauste  haya  conseguido  ver  el  camino  que  le  unía  a su concejo medieval, y tener claro que su memoria y su pasado común, como agrupación de gentes, es más importante que nada”.

Torreblanca Gaspar, Mª Jesús.

En  Mayo  de  1421,  en  Tauste,  una  plaga  de  langosta  se  abate  sobre  el municipio, una plaga que amenaza con devorar las cosechas y comprometer la supervivencia de la comunidad. Indefensos ante este suceso, los taustanos no ven otro remedio que recurrir a la divinidad, pues se hallan enfrentados a un problema que supera todos sus recursos.

Por ello, el cese de la plaga en unas fechas coincidentes con la festividad de San Miguel, -uno de los patronos de la villa-, les hace pensar que su ruego ha sido escuchado y, para saldar la deuda con el arcángel y corresponder a su favor, preparan un voto de agradecimiento y de fidelidad al capitán de los ejércitos celestes.

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La deuda contraída con San Miguel es de carácter comunal, por lo que es firmada por todo Tauste, a través de sus representantes, y se entiende que compromete a todos y cada uno de los habitantes del municipio. No se trata de la iniciativa piadosa de unos pocos (una parroquia, una cofradía, un gremio…), sino de un acto solemne de toda la villa. Y el hecho de que sea a perpetuidad se toma muy en serio. De hecho, la fuerza de este compromiso es lo que ha hecho que hoy en día lo podamos contemplar, y de que dispongamos de una copia documental, en la que se relata todo lo concerniente a él. 

El documento con el relato del voto de San Miguel ha llegado a nuestros días  a  través  de  una  copia notarial en pergamino,  conservada  en  la  iglesia parroquial de Santa María, precisamente, el lugar en el que fue gestado. El papel del notario que lo redactó no sólo se limitó a dar fe del contenido de  la  reunión  del  concejo,  sino  que  también  dio  fe  de  la  corrección  de  los trámites, preocupándose de que el pregonero anunciase públicamente el acto, requiriendo testigos y tomando él mismo juramento a los asistentes.

En realidad, actuó como secretario de la corporación. Este notario, que desempeñó un papel tan principal y que redactó el texto original y primigenio, se llamaba Arnalt d’Estaus, y tomó las notas para ello en la propia iglesia de Santa María, el día ocho de Mayo de 1421, mientras tenía lugar la reunión del concejo.

Después, una  vez  en  su  casa  y,  valiéndose  de  ese  borrador,  elaboró  un  documento extenso, en pergamino, bien redactado, bien caligrafiado, validado con su sello y con los nombres de los testigos y asistentes, el cual entregaría a la parroquia de Santa María.

Gracias a las notas de Arnalt y a la copia de Johan, podemos asomarnos a la iglesia de Santa María de Tauste y ver lo que allí pasó el día 8 de Mayo de 1421.
En  fechas  previas  a  tan  importante  reunión  en  el  recinto  sagrado,  se  había convocado la sesión según el procedimiento habitual. Tras acordar la fecha, tema, lugar y hora del encuentro, Pedro de Luna lo publicó, voceándolo, por orden  de  los  jurados,  por  los  lugares acostumbrados  de  Tauste. 

Éstos  eran, probablemente, una serie de puntos fijos en donde los pregoneros recitaban sus  noticias  para  enterar  a  todo  el  vecindario  y  que,  aún  hoy,  en  algunas localidades, están señalados con un dibujo (trompetilla) o una marca alusiva. El lugar exacto de la reunión lo desconocemos, pues por ser el habitual, no se especifica.

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Representación del  Voto a  San Miguel  en la iglesia de Sta. María

El documento lo sitúa “dentro en la iglesia principal de la dicha villa, debaxo la invocación de Senyora Sancta Maria, do otras muchas et diversas vegadas se costunbran plegar e ajustar, pora tales e senblantes actos fazer e concordar”. Puede tratarse del altar de Santa María, puesto que, como se nos dice más adelante, es ahí donde se desarrolla la escena de contrición colectiva. En cualquier caso, es, simplemente, el lugar en el que siempre se reúne el consistorio taustano para decidir sus acuerdos. 

Merced  al  texto  copiado  por  el  notario  podemos  contemplar  a  los  que participan  en  la  reunión  de  las  fuerzas  vivas  de  la  villa.  Por  un  lado,  está  el brazo eclesiástico: el vicario y los clérigos de Santa María (administradores del local en el que se celebra la sesión), junto con el vicario de la iglesia de San Miguel (el Arcángel autor del prodigio, a los pies de cuya torre se reúnen los ganaderos). Por otro lado, el poder civil o gobierno municipal: el justicia de la villa, los jurados y el concejo. Es decir, la corporación y parte de los vecinos, todos  reunidos,  como  si  se  tratase  de  uno  de  nuestros  modernos  plenos.

Si seguimos mirando, observaremos cómo, una vez se han reunido todos los participantes, un miembro del concejo comienza la narración del suceso, la  cual  transcribe  el  notario  en  estilo  directo,  como  si  hubiese  grabado  y reproducido las palabras del narrador: “Senyores muy magni ficos, creo que teneys en memoria, e bien se vos debe recordar…”.

Sigue el relato de la plaga, sus efectos y su final, que se pueden resumir en algo en lo que todos están de acuerdo: los pecados de la comunidad han provocado un castigo divino terrible, en forma de plaga de langosta, que les ha devorado las cosechas “los frutos” y, especialmente, los cereales “los panes que sirven de sustento para la pobre y lazrada vida”.

En  primer  lugar,  en  la  narración  se  contempla  el  desastre  que  la  plaga ha causado en los cultivos, en los frutales, en los huertos… y en los panes. El cereal, en cualquiera de sus formas, -y el pan es la más usual-, es la base de la alimentación del común de las gentes. Su falta significa hambre con seguridad.

En segundo lugar, se menciona el origen de la plaga y su posible solución. Sin vacilación, dan por sentado que su germen se halla en los pecados de los habitantes de la villa, que han atraído la venganza del Todopoderoso, el cual les  han  mandado  un  castigo  que  excede  sus  fuerzas,  quizás  para  reforzar  el carácter sobrenatural de la desgracia. A buen seguro, se ha hecho un examen de conciencia general previo, para intentar averiguar en qué se ha ofendido a Dios y ver si es posible repararlo.

Pero no sólo apelan a la ayuda de Dios, y no sólo directamente a él, sino que buscan la intercesión de la Virgen, –titular de la iglesia en la que se reúne el concejo-, de los santos en general y, especialmente, del arcángel San Miguel –patrón  de  la  villa-,  que  les  parecen  los  abogados  más  convenientes  para  su propósito.

Afortunadamente,  el  notario  sigue  transcribiendo  lo  que  uno  de  los regidores municipales relata acerca de la plaga de la langosta, y así nos es dado oir, casi como si estuviésemos presentes, cómo interpretaron los taustanos lo sucedido: “por nuestros delictos et  peccados…nos enbio açot e terrible plaga del cielo…es, a saber, la langosta”. 

Pero es que, además, esa plaga puede llegar a representar el fin de Tauste, la desaparición de la comunidad. La villa vive de su ganado (pastos) y de los cereales, base de la alimentación. La economía del común de las gentes, en general, no permite muchos ahorros. Se vive con la vista puesta en la próxima cosecha,  se  reaprovechan  los  objetos,  se  reutilizan  hasta  la  extinción,  y  el préstamo de consumo es altamente frecuente. 

Como  puede  verse,  el  supuesto  castigo  divino  no  puede  tener  peor  cariz. Pero la propia Biblia da la solución para repararlo. En el caso de los egipcios, bastaba con obedecer a Jehová, con acceder a su voluntad, con someterse a Él. En el caso del Apocalipsis hay, además, un personaje que vence en una batalla aérea al dragón (Satanás) y a sus ángeles, precipitándolos de nuevo al abismo: San Miguel, el arcángel capitán de los ejércitos celestes, cuyo nombre significa: “quien como Dios”.

La relación entre San Miguel y la langosta viene determinada, sobre todo, por  la  zona  en  la  que  ambos  actúan.  Cuando  el  Arcángel  batalló  contra  los demonios  rebeldes  al  poder  divino,  los  aherrojó  y  los  desterró  a  las  capas inferiores  del  aire,  entre  el  cielo  y  la  tierra.  No  pueden  subir  al  cielo  y  no pueden vivir en la tierra, pero dentro de esa franja aérea sí pueden revolotear en torno a los humanos, como insectos, siendo comparados a moscas, puesto que, como ellas, son innumerables, andan en bandadas y llenan el aire. La similitud con la langosta es acusada, y remite al Arcángel una vez más como el brazo ejecutor de la plaga.

Él es, además, uno de los patronos de la villa de Tauste,  tiene  una  iglesia  dedicada,  considerada  como  una  capilla  de  la  de Santa María y, por si fuera poco, la fiesta de su Aparición en el monte Gárgano, en el reino de Nápoles, coincide con la fecha en la que la langosta desapareció.

De hecho, el relato del miembro del concejo que estamos siguiendo, muestra el razonamiento de la comunidad: “mediant la  intercesión  de  la  gloriosa  Virgen  Sancta  Maria,  bienaventurada  madre  Suya,  e  de los otros sanctos et sanctas del consistorio celestial, et en special de senyor Sant Miguel Arcángel…et aveys visto como hoy, dia suyo cuya esta de su aparicion celebramos… Dios glorioso… aviendo piadat de nosotros… mediant la intercesión sobredicha”.

Además de todo ello, quizás pueda añadirse a la popularidad del Arcángel en Tauste el que, de los nombres de taustanos que aparecen en el documento, una buena proporción lleven el nombre de Miguel: tres de los siete jurados y cinco de los veintiún vecinos. Ese nombre ocupa el segundo lugar en popularidad, tras el común Juan .

Y  ahora,  tras  la  descripción  de  la  plaga,  escuchamos  al  miembro  del concejo anunciar la idea que está en la mente de todos.

Gracias a la misericordia de este Dios justiciero, pero compasivo con su pueblo,  la  plaga  ha  remitido.  Por  ello,  los  jurados,  los  regidores  de  la  villa, reunidos en representación de los vecinos, que hasta ahora no han hablado, por boca de su representante, hacen una propuesta al resto del concejo: “si ha  vosotros  placiera,  seria  de  parecer  que,  solepnement,  votasemos  de  celebrar  et  fazer en cada un anyo” una procesión para dar gracias a Dios, “dando lohores”, “por el bene cio tan innumerable”.

En este momento surge la idea de hacer algo para demostrar el agradecimiento: una procesión anual y perpetua, que se realice en el futuro, siempre, en la fecha en la que Dios detuvo su mano vengadora enviando a San Miguel “en aqueste dia de senyor Sant Miguel Arcángel”. También, en esta procesión, se dará honra a la Virgen, la intercesora y titular de la iglesia en que se reúne el concejo, al Arcángel, patrón y salvador de la villa, y a todos los santos y santas del cielo, corte que rodea al Rey Supremo. Más vale pecar por exceso.

La decisión del concejo es favorable a la propuesta, es unánime y a todos obliga, como a todos alcanzaba el castigo anteriormente. Nadie puede decir que no; nadie se atrevió en aquel momento, visto lo que estaba en juego: “fueron todos unánimes et conformes fazer et fer fazer et solemnizar el dicho voto”.

Y el voto comenzó en ese mismo momento. 

De repente, delante del altar de Santa María, dentro  de  la  iglesia  del  mismo  nombre,  hay  un  nutrido  grupo  de  hombres llorando a lágrima viva, castigándose a golpes y lamentándose a voz en grito. El documento detalla cuarenta y uno, pero a ellos hay que añadirles, como dice el texto: “otros estantes et celebrantes el dicho concello”.

Y como prueba de gratitud por el perdón de Dios y porque vuelva a tener a los taustanos entre sus hijos, el concejo, en su propio nombre, en el nombre de cada uno de sus componentes, estén o no en la iglesia en ese  momento,  y  en  el  nombre  de  los  que  llegarán  en  el  futuro,  acuerdan  y solemnizan  el  voto  al  Arcángel,  que  pasan  a  describir.

La  enumeración  de todas las posibilidades puede parecernos monótona e inútil, pero es la normal en los textos de la época, en los que se intenta no dejar ningún cabo suelto: los presentes y los ausentes, particularmente o como concejo, los que ahora están y los que vendrán.

Con ello, se deja cerrada la posibilidad de que alguien pueda deshacer el acuerdo. Lo fundamental es que no haya la más mínima posibilidad  de  que  ese  juramento  se  llegue  a  romper  nunca,  pues  de  ello depende la supervivencia de todo el pueblo. Y ese compromiso y su fuerza es lo que ha permitido que el voto haya llegado hasta nuestros días. Todo Tauste ha comprendido, aunque hayan pasado los siglos, la importancia del juramento que hicieron sus antepasados y cómo ello liga a todos los nacidos en Tauste a lo largo de los tiempos.

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Los jurados y el concejo juran  el Voto al Santo  durante la representación.

Los escritos de Johan y de Arnalt d’Estaus nos permiten oir al concejo de Tauste, puestos ya todos de acuerdo y comprometidos con la divinidad para el  futuro,  describir  el  voto  en  el  que  han  quedado  de  acuerdo:  “Estatuymos, ordenamos…  en  nombre  de  Nuestro  Senyor  Dios,  por  nos  e  por  todo  el  dito  concello, universidad et singulares de la dicha villa, presentes, absentes et advenideros, votamos et fazemos voto, promision a todos tienpos perpetuament…”. 

Tauste va a pagar su deuda con el Altísimo, igual que se pagan las multas, los delitos o los pecados, y lo va a hacer con un voto de de fidelidad, que se describe a continuación, y de cuyas condiciones refleja el notario. Como fecha, se elige la  fiesta  del  día  de  la  aparición  del  Arcángel  “sia  tenida  ha  honor  e  reverencia de  senyor  Sant  Miguel  Arcángel  la  esta  suya  que  es  vulgarment  clamada  Aparicio, celebradera el ocheno dia de mayo en cada un anyo”. 

La  forma  en  que  se  materializa  el  voto  es  una  procesión,  un  des file  de fieles por toda la localidad, como viene siendo común en la práctica cristiana desde los primeros recorridos por los Santos Lugares, esta vez, alabando a Dios y a San Miguel, que es quien les ha desembarazado de la langosta, “la qual murio en tal dia”, junto con una misa. 

Seguidamente, entramos en las condiciones de cumplimiento del voto. En primer lugar, la inactividad; esa fiesta no se trabaja. El día no puede dedicarse sino  a  honrar  a  Dios,  a  Santa  María  y  a  San  Miguel,  y  ni  siquiera  se  puede esgrimir la “excusa” de atender a las bestias – ni siquiera en una villa ganadera como  Tauste-,  o  de  trabajar  con  ellas.  Al  igual  que  sus  amos,  los  animales deberán observar el día de fiesta con el reposo.

Esta condición es constante desde los lejanos tiempos de Moisés y Arón: la inactividad que marca un día consagrado: “Et que ningun vezino ni habitador de la dicha villa no sia osado el dito dia fazer cosa ninguna, el, ni persona de su casa, ni sus bestiares, ni cosa otra en manera alguna”. 

Y ello no solo obliga a los individuos comprometidos, sino a sus familias, a cualquier gente de su casa y a sus bestias. No cabe, siquiera, alegar la necesidad de sacar a pacer a los ganados. Ese día se quedarán sin comer, guardando un ayuno obligado, del que no les excusa su condición de irracionales; estarán sujetos a la promesa de sus amos.

Este  ayuno  de  las  bestias  no  es  sino  una  consecuencia  de  la  inactividad de sus amos, que no pueden faltar a sus obligaciones ni para darles de comer, al  menos,  mientras  duren  la  procesión  y  el  oficio.  El  texto  no  menciona  el requisito del ayuno entre los humanos, quizás porque el propio sacri ficio de la  misa  ya  lo  impone  con  sus  tiempos  de  privación  de  alimento  si  se  desea participar  en  la  comunión. 

Por  ello  resulta  curioso  que,  con  el  correr  de los tiempos, alguien redactase una nueva versión del voto de San Miguel de Tauste  y,  quizás,  por  no  comprender  el  original,  quizás  por  no  disponer  de él y conocerlo por otras versiones, o quizás por la costumbre que regía en su tiempo, obligó explícitamente a los taustanos a ayunar, lo cual no es exacto con el texto del voto, pero sí coherente, pues el ayuno constituye una forma de purificación que prepara para algunas celebraciones. 

El documento, de nuevo y como todos los textos normativos medievales transcribe  la  obsesión  por  no  dejar  cabos  sueltos  ni  resquicios  para  el incumplimiento  del  voto.  Llega  a  contemplar,  incluso,  la  posibilidad  de que alguno de los taustanos pueda estar fuera en el momento de celebrarse el  voto,  y  librarse  así  de  su  compromiso  con  la  comunidad.  En  ese  caso,  el ausente  deberá  volver  para  cumplir  con  sus  vecinos,  “si  no  es  que  ayan  justa scusa”. También, en el caso de las bestias, se prevé el que puedan estar fuera de la villa, lo cual podría ser un pretexto para que algún taustano quebrantase la  inactividad  del  día.  Deberán,  pues,  traerse,  a  no  ser  que  medie  una  justa excusa, para no dar lugar a defecciones.

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Al igual que sucediera en el año 1421, seiscientos años después, la imagen de San Miguel sigue recorriendo las calles de la Villa.

El  día  ocho  de  Mayo,  todo  Tauste,  beneficiado  por  la  acción  de  San Miguel, estará reunido, como un solo hombre, dispuesto a cumplir la deuda. No debe tener otro propósito que alabar a Dios y al Arcángel, durante la misa y la procesión. El regreso de la procesión a Santa María marcará el momento en el que las bestias podrán satisfacer su hambre, una vez cumplida la promesa con  el  Altísimo.  Y  por  si  acaso  alguien  fuese  flaco  de  memoria  o  le  tentase menospreciar la promesa hecha, hay una multa de diez sueldos esperándole, multa  que  los  jurados  cobrarán  sin  dilación  y  sin  remedio.

Una vez que todos se han puesto de acuerdo, una vez que el voto ha sido redactado  y  se  han  tenido  en  cuenta  en  él  todas  las  circunstancias  posibles, todos van a proceder a su juramento “nos, dito concello, vicarios, clerigos, ofi ciales e singulares del dicho concello de la dita villa de Tahust”. Tanto el brazo eclesiástico como el civil, tanto los que ostentan cargos, como los que no, van a jurar, pero no sólo por ellos, sino en nombre de quienes les sucedan o les hereden, y en nombre de los que no estén en ese momento en la iglesia.

Como representantes de  la  comunidad  “juramos  a  Dios  sobre  la  cruz  et  los  sanctos  quatro  evangelios  de nuestro Senyor Jhesu Christo, ante nos et cada uno de nos puestos, et con nuestras proprias manos, por nos et cada uno de nos manual et reverencialment toquados et besados, en poder del notario infrascripto”.

Contemplamos a Arnalt, el notario que  ha  estado  tomando  las  notas  de  la  sesión  desarrollada  en  Santa  María, dejando de hacerlo, momentáneamente, para sostener el ó los objetos sagrados y, ante él, la hilera de representantes de Tauste, poniendo su mano sobre ellos y besándolos “manual et reverencialment toquados et besados”. El contacto y el beso han sido fundamentales desde la época de la feudalidad antigua, en la que la fidelidad hacia un señor quedaba manifiesta por la inmixtio manum, es decir, por el contacto entre las manos de señor y vasallo, y por el osculum, el beso que sellaba un pacto cuya ruptura era impensable.

Tan  impensable  como  que  los  taustanos  falten  a  lo  prometido,  pues  si incumplen el voto perpetuo, tal y como se ha diseñado, aceptan ser tenidos por perjuros e infames públicos, y ser sometidos a las penas correspondientes a esa condición “dius pena de perjurios et infames publicos”. 

Toda la comunidad, todos los que conozcan este voto, desde el momento de su juramento, son testigos y vigías de su cumplimiento, y todos pueden denunciar públicamente a los que falten a él .

Y el documento finaliza con la fecha y los testigos, que darán validez a lo escrito. El lugar de redacción: “Feyto fue aquesto en la villa de Tahust”, y la fecha de la reunión y el voto: “ocho días del mes de mayo”, del año que comprende los doce meses que van de 25 de Diciembre a 25 de Diciembre “anno a Nativitate Domini Mº CCCCºXXIº”, es decir, de 1421. Los testigos escogidos para ello son dos habitantes de Tauste: Pedro Las Cabriellas y Martín del Frago.

El último párrafo  es  aquél  en  el  que  el  notario  que  ha  hecho  la  copia  de  los  papeles heredados,  proporciona  todas  las  referencias  necesarias  para  que  el  texto sea tenido por válido y auténtico. El notario lo firma con su signo, un dibujo peculiar,  generalmente  basado  en  una  cruz,  que  no  se  repite  nunca  y  que permite identificar a su propietario, en lugar de su simple firma y rúbrica.

 

Torreblanca Gaspar, Mª Jesús. Cómo entender a los aragoneses de la Edad Media: Tauste y el voto de San Miguel. Actas de las X Jornadas sobre la Historia de Tauste.

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Quinto Centenario del Voto de San Miguel